Donde andarán los amigos de ayer....
Hace algún tiempo, después de una de esas etapas difíciles que uno pasa en la vida, me encontré con la necesidad de dar las gracias a un amigo que de alguna manera me rescató y esto fue lo que le escribí. Posteriormente he compartido con otros amigos ese mensaje y aunque le pertenece a él, ahora lo hago con ustedes quienes han venido convirtiéndose también en parte de mi vida. Se que él, mi amigo, no pondría ningún reparo en que así sea. Este fue mi mensaje:
Cuando chica me enseñaron que los amigos eran tesoros que uno encontraba en la vida. Había que alcanzar algún mérito especial, sin duda, para dar con ellos. Pero no bastaba con encontrarlos. Había que después llevar a cabo un gran trabajo para conservarlos. En mi mente infantil todo ese largo proceso resultaba ininteligible, cuando para mí era tan sencillo como ir al parque, mirar a los ojos del primer niño o niña que estuviera como yo, colgado con la cabeza hacia el piso y las piernas enredadas en las barras del pasamanos, preguntarle si podía hacer otras cosas allí mismo o preguntarle si quería montar conmigo en la rueda o en los columpios. De ahí en adelante, las cosas se daban con una naturalidad tal, que no necesitaba uno de grandes esfuerzos, ni razonamiento alguno, para declarar a ese pequeño(a) desconocido(a) su amigo. Al final, después de un rato que podía tardar entre 15 minutos, hasta una o dos horas, podíamos salir riendo felices, abrazados y chupando sin asco alguno del mismo helado de chocolate que hubiéramos logrado comprar. A veces cuando llegábamos a casa, ni siquiera nos acordábamos que no le habíamos preguntado el nombre a nuestro nuevo amigo, pero sabíamos que lo era, podíamos fiarnos de nuestras emociones. Podíamos confiar en nuestra intuición, que nos indicaba que aquel mocoso que sabía compartir sus juegos, era así, sencillamente, un amigo. Esta era esa hermosa etapa de la vida, en la que tampoco existían los prejuicios de los colores, ni las formas, ni mucho menos las clases sociales, porque todos teníamos un mismo denominativo, éramos niños y en cuanto a los colores, el común a todos era que eramos niños color arco iris, con todas las tonalidades de éste en la sonrisa y la mirada, aunque los tonos de la piel, de los ojos, o del cabello fueran diferentes. Luego vino otra etapa, y en ella aprendí entonces, contra mi voluntad, a hacer diferenciaciones entre niños y niñas. Yo la había pasado tan rico trepando árboles, pateando piedras y pelotas, saltando tapias y jugando con tapas de gaseosa rellenas de cáscaras de banano, siguiendo la vuelta a Colombia en bicicleta, con metas volantes, que nosotros hacíamos a lo largo de los bordes de las calles, que tiempo no había tenido de reparar en la diferencia de sexos. Igual me daba simular hacer un chocolate en una olleta de juguete, para darle a mis muñecas que compartía con mi hermana o con otras niñas, que estar en los juegos con los niños. Claro, con ellos había mas acción y esto a mi me encantaba. Pero en esta nueva etapa, se empezaba a mirar con cierto recelo que una niña y yo lo era, anduviera trepada por los árboles del vecindario exhibiendo las prendas interiores. Yo parecía no haber sido dotada de esa llamada vergüenza y pudor, porque se me daba cinco andar como un chimpancé de rama en rama, mostrando todo lo que se alcanzara a ver. Decían que esos eran juegos de niños pero a mí me daba igual. El placer para mi era uno y disfrutaba igualmente mi amistad con los niños y con las niñas. Los niños no querían jugar con las niñas y a ellas tampoco les llamaba mucho la atención eso de mezclarse con ellos. Había cierta rivalidad, cierto sentido de competencia y de envidia, percibía yo. Y allí estaba yo en medio, sin querer abandonar ninguno de los bandos. Pero hubo un punto en el que me tocó tomar partido y no hubo mas remedio que irme del lado de las niñas, es que yo era una de ellas. La aceptación final de que esa etapa de juegos inocentes y desprevenidos había llegado a su fin, la determinó cierto día mi papá, como quien dicta una sentencia a muerte. Venía de trabajar y estábamos todos en el patio de la casa jugando con agua. Con la manguera con la que se lavaba el patio nos echábamos agua unos a otros y reíamos como locos empapados de pies a cabeza. Ya nos habíamos despojado de la ropa que más nos estorbaba. Todos estábamos en prendas interiores únicamente y descalzos. Mi papá me llamó a un lado de todos y sin que ellos los supieran, me dictaba la sentencia, " A partir de hoy, tú no puedes estar jugando este tipo de juegos con los muchachos". Glup! Qué falta había cometido yo? Qué deber había olvidado para merecer ese castigo? Me preguntaba yo. Señaló luego mi papá, como queriendo responder a esas preguntas que yo no atinaba a articular " Mira tu pecho, estás empezando a crecer como una mujercita y esos dos botoncitos, son tus senos que empiezan a tomar la forma como los de una mujer. No está bien que te andes exhibiendo así desnuda." Click. Punto final, un si señor, bajar la cabeza y salirme del juego. Ese día sin comprenderlo y sin querer aceptarlo, tuve que decirle adiós a mi infancia y empezar a recorrer un nuevo camino como mujer adolescente, donde hubo muchas dificultades que sortear. Había diferencias mil, no solo de sexo. Nací también al mundo de los prejuicios; ya no se era más amigo del primero que apareciera a ofrecerte un chuponcito de su helado de chocolate. Y de esta etapa que pareció mucho más larga que la anterior, quedaron lastimaduras. Ya me había olvidado por completo de las rodillas raspadas, de los codos pelados, de las narices rotas en todas esas primeras aventuras de infancia. Las heridas de esta etapa parecían más profundas. Eran heridas por dentro. Eran lastimaduras hechas al "ser" y no debido al hacer. Entonces se nos descalificaba fácilmente y se nos llamaba brutas, tontas, plásticas, taradas, feas, gordas, flacas, enanas, largas, etc etc. De la misma manera se descalificaba a los muchachos. Entonces hacer amigos, no era algo tan sencillo como cuando eramos niños. Había que pasar por una serie de requerimientos para poder llegar a llamar a alguien "amigo", o ser aceptado como tal. Sin embargo, un muchacho con un suéter bonito, que nos gustaba y acababa de comprar un nuevo disco, podía convertirse por cierto tiempo, en un amigo. Es que entonces, las amistades pasaban por temporadas. Eran los amigos del colegio, con los que nos cruzábamos en las salidas de clase, en los buses de ir y volver del colegio, o los amigos del barrio con los que había que lidiar a veces y que se convertían en eternos perseguidores, en busca de "algo" que no teníamos bien claro que era, pero sabíamos que poseíamos y que era lo que ellos buscaban. Los amigos de las vacaciones, cuando íbamos a casa de nuestros primos y eran amistades que no permanecían mas que en nuestra memoria afectiva por un tiempo más prolongado, porque los asociábamos con las delicias de las aventuras pasadas en casa de los tíos. Y hubo más y más amigos, todos ellos tan pasajeros, porque al final, solo estaban para los ratos de juego, de diversión, de placer. Mas allá de eso, la vida se había transformado en un lugar lleno de ambivalencias, de dualidades. Había entonces ratos de soledad, de tristeza, de dudas, de cuestionamientos y de angustias existenciales y esos amigos no estaban para entonces. Luego vino entre todo esto, una nueva etapa. Una etapa en la que se hizo un gran descubrimiento. En medio de las crisis aparecía de pronto uno de esos amigos, que salían del montón y se hacía solidario con tus experiencias y compartía contigo las suyas. Y de esa aventura afectiva empezaba a surgir una nueva amistad a la que dábamos el nombre de noviazgo. Estábamos enamorados. Esto era finalmente el amor!!! Y casi sin darnos cuenta, de esta etapa pasamos a una nueva, llena de responsabilidades, donde de la noche a la mañana nos descubrimos metidos en el mundo de los adultos y hasta con hijos. Pero allí si que resultaba mas difícil encontrar verdaderos amigos.... Parecía ser que a medida que uno se hacía mayor, lo que ganaba en conocimientos de la vida, le hacía perder la inocencia y la capacidad de creer, de confiarse en el otro, de poder compartir el mismo helado de chocolate, independientemente de quien lo comprara. Sí, claro, tenía algunos encantos la adultez. Ya mi papá no pertenecía más al mundo que me imponía sus normas, pero había pasado a ser una especie de fantasma que guiaba y juzgaba mis actos. Y era un juez duro, implacable, rígido. Ya hacer amigos no era tan fácil. Con todo y esto, la vida continuó y esa etapa de los amores también pasó. La muerte esta vez fue quien decidió cuando había concluido. Para entonces, yo miraba a todos los puntos cardinales, para saber hacia donde dirigir mi corazón y mi vida, cuando me sentía sola y sin rumbo y con un hijo bajo mi responsabilidad, a quien cuidar y guiar, cuando yo misma no sabía siquiera hacia donde dirigirme. Sólo intente llevarlo por un camino con corazón.... Ya no había amigos de la infancia, ya no había árboles que trepar, estos se habían transformado en muros infranqueables y hubo momentos de mucha desazón y de angustia, intentando armar el nuevo rompecabezas de la vida. El tiempo para entonces, pasaba a un ritmo mucho mas rápido y los años se transformaban en días y los días casi en segundos. Hubo salidas, soluciones. Siempre las hay. Unas más acertadas que otras, pero siempre las hay. Vinieron muros más difíciles de trepar entonces; con la muerte vinieron también las enfermedades y las nuevas amenazas de muerte. La vida se había transformado en un lugar casi hostil. No me resignaba en medio de todo a perder la calidez que mantenía viva de mis épocas de infancia y me dediqué entonces a los niños. Me rodeé de ellos. Viví a expensas de ellos por unos cuantos años más. Ellos me daban vida, ilusión, confianza, me devolvían una sonrisa a cambio de una caricia. Me pagaban con amor el entenderlos, el tratar de mostrarles que la vida podía ser un lugar mas vivible y que se podía mirar hacia el mundo de los adultos con mayor seguridad y confianza. Y la vida continuó la marcha y yo en ella. Hasta llegar al día de hoy. O al de ayer? o al de antier? Un mundo en el que a veces, menos mal que es sólo a veces, uno se encuentra en un callejón sin salida y cuando se da la vuelta para salir del callejón, lo que ve es un espacio oscuro inmenso, lleno de sombras pero con las que uno no se atreve ya a compartir ni un chuponcito de un helado de chocolate. Un espacio en el que cada sombra huye de ti, como si se tratara de seres apestosos que con el mínimo contacto, te van a contagiar de algo mortal. Dónde están los amigos? Entonces te preguntas....y sólo ves esas sombras, porque no te atreves a llamar por su nombre a alguno de ellos. Temes ser rechazado, temes importunarlos, temes perderlos así sea como puras sombras de fantasmas que en medio de la oscuridad reconoces con nombres propios. Entonces decides quedarte allí sola, acuclillada en un rincón del callejón, para sentarte a llorar por los tiempos idos y por los que vendrán. Cierras tus ojos y al abrirlos, un día nuevo te espera. Los fantasmas han desaparecido, pero quedan en tu rostro y en tu pecho los rastros del dolor de la noche anterior. Pero estás vivo, te dices....y hay que mirar al sol, llenarse de su energía y continuar el camino. Esta vez, no preguntes hacia donde, que ya tu lo sabes. Pero ocurren entonces, de cuando en cuando, los milagros!! Aparece en tu horizonte, la imagen de uno de esos fantasmas de la noche frente a ti, convertido en ángel. Y éste te rescata, te cura tus heridas, sana con sus palabras dulces y su alma inteligente y noble todas las heridas que dejo en ti el vendaval anterior. Das gracias a la vida entonces de que existan esos pocos ángeles, esos pocos tesoros a los que puedes llamar "AMIGO", a los que amas así, sin más connotaciones adicionales. Y sabes que sí existen los amigos y que son ángeles con los que puedes contar....
Carol King y el himno de la amistad de mi generacion
A continuación, un par de escritos que resumen lo que es la amistad y que me gustan.
NECESITO DE ALGUIEN
(Charlie Chaplin)
Necesito de alguien
Que me mire a los ojos cuando hablo.
Que escuche mis tristezas y neurosis con
paciencia y aun cuando no comprenda,
respete mis sentimientos.
Necesito de alguien
que venga a luchar a mi lado sin ser llamado.
Alguien lo suficientemente amigo para
decirme las verdades que no quiero oír,
Que me mire a los ojos cuando hablo.
Que escuche mis tristezas y neurosis con
paciencia y aun cuando no comprenda,
respete mis sentimientos.
Necesito de alguien
que venga a luchar a mi lado sin ser llamado.
Alguien lo suficientemente amigo para
decirme las verdades que no quiero oír,
aun sabiendo que puedo irritarme.
Por eso, en este mundo de indiferentes ,
Por eso, en este mundo de indiferentes ,
necesito de alguien que crea en esa cosa misteriosa,
desacreditada, casi imposible: la amistad.
Que se obstine en ser leal, simple y justo.
Que no se vaya si algún día pierdo mi oro y
no pueda ser mas la sensación de la fiesta.
Necesito de un amigo que reciba con gratitud mi
auxilio, mi mano extendida,
aun cuando eso sea muy poco para sus necesidades.
No pude elegir a quienes me trajeron al mundo,
pero puedo elegir a mi amigo.
En esta búsqueda empeño mi propia alma,
Que se obstine en ser leal, simple y justo.
Que no se vaya si algún día pierdo mi oro y
no pueda ser mas la sensación de la fiesta.
Necesito de un amigo que reciba con gratitud mi
auxilio, mi mano extendida,
aun cuando eso sea muy poco para sus necesidades.
No pude elegir a quienes me trajeron al mundo,
pero puedo elegir a mi amigo.
En esta búsqueda empeño mi propia alma,
pues con una amistad verdadera,
la vida se torna mas simple, mas rica y mas bella...
Borges sobre el amor y la amistad...
SIN CONDICIONES
(Jorge Bucay)
Quiero que me oigas, sin juzgarme.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mi, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mi.
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mi.
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mi.
Quiero que me protejas, sin mentiras.
Quiero que te acerques, sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,
que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas, que hoy,
hoy podés contar conmigo.
Sin condiciones.
Quiero que opines, sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mi, sin exigirme.
Quiero que me ayudes, sin intentar decidir por mi.
Quiero que me cuides, sin anularme.
Quiero que me mires, sin proyectar tus cosas en mi.
Quiero que me abraces, sin asfixiarme.
Quiero que me animes, sin empujarme.
Quiero que me sostengas, sin hacerte cargo de mi.
Quiero que me protejas, sin mentiras.
Quiero que te acerques, sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten,
que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas, que hoy,
hoy podés contar conmigo.
Sin condiciones.
Carta a un amigo lejano "Hoy quiero estar contigo amigo..."
SE NECESITA UN AMIGO
(Vinicius de Moraes)
No es necesario que sea hombre,
basta que sea humano,
basta que tenga sentimientos,
basta que tenga corazón.
Se necesita que sepa hablar y callar,
sobre todo que sepa escuchar.
sobre todo que sepa escuchar.
Tiene que gustar de la poesía,
de la madrugada, de los pájaros, del Sol,
de la Luna, del canto, de los vientos
y de las canciones de la brisa.
de la madrugada, de los pájaros, del Sol,
de la Luna, del canto, de los vientos
y de las canciones de la brisa.
Debe tener amor, un gran amor por alguien,
o sentir entonces, la falta de no tener ese amor.
Debe amar al prójimo y respetar el dolor que
los peregrinos llevan consigo.
Debe guardar el secreto sin sacrificio.
Debe hablar siempre de frente y
no traicionar con mentiras o deslealtades.
o sentir entonces, la falta de no tener ese amor.
Debe amar al prójimo y respetar el dolor que
los peregrinos llevan consigo.
Debe guardar el secreto sin sacrificio.
Debe hablar siempre de frente y
no traicionar con mentiras o deslealtades.
No debe tener miedo de enfrentar nuestra mirada.
No es necesario que sea de primera mano,
ni es imprescindible que sea de segunda mano.
Puede haber sido engañado,
pues todos los amigos son engañados.
No es necesario que sea puro,
ni que sea totalmente impuro,
pero no debe ser vulgar.
No es necesario que sea de primera mano,
ni es imprescindible que sea de segunda mano.
Puede haber sido engañado,
pues todos los amigos son engañados.
No es necesario que sea puro,
ni que sea totalmente impuro,
pero no debe ser vulgar.
Debe tener un ideal, y miedo de perderlo,
y en caso de no ser así,
debe sentir el gran vacío que esto deja.
Tiene que tener resonancias humanas,
su principal objetivo debe ser el del amigo.
Debe sentir pena por las personas tristes
y comprender el inmenso vacío de los solitarios.
Se busca un amigo para gustar
de los mismos gustos,
que se conmueva cuando es tratado de amigo.
y en caso de no ser así,
debe sentir el gran vacío que esto deja.
Tiene que tener resonancias humanas,
su principal objetivo debe ser el del amigo.
Debe sentir pena por las personas tristes
y comprender el inmenso vacío de los solitarios.
Se busca un amigo para gustar
de los mismos gustos,
que se conmueva cuando es tratado de amigo.
Que sepa conversar de cosas simples,
de lloviznas y de grandes lluvias y
de los recuerdos de la infancia.
Se precisa un amigo para no enloquecer,
para contar lo que se vio de bello y
de triste durante el día, de los anhelos
y de las realizaciones, de los sueños y de la realidad.
de lloviznas y de grandes lluvias y
de los recuerdos de la infancia.
Se precisa un amigo para no enloquecer,
para contar lo que se vio de bello y
de triste durante el día, de los anhelos
y de las realizaciones, de los sueños y de la realidad.
Debe gustar de las calles desiertas,
de los charcos de agua y los caminos mojados,
del borde de la calle, del bosque después de la lluvia,
de acostarse en el pasto.
Se precisa un amigo que diga que vale la pena vivir,
no porque la vida es bella, sino porque estamos juntos.
de los charcos de agua y los caminos mojados,
del borde de la calle, del bosque después de la lluvia,
de acostarse en el pasto.
Se precisa un amigo que diga que vale la pena vivir,
no porque la vida es bella, sino porque estamos juntos.
Se necesita un amigo para dejar de llorar.
Para no vivir de cara al pasado,
en busca de memorias perdidas.
Que nos palmee los hombros,
sonriendo o llorando,
pero que nos llame amigo,
para tener la conciencia de que aún estamos vivos.
Para no vivir de cara al pasado,
en busca de memorias perdidas.
Que nos palmee los hombros,
sonriendo o llorando,
pero que nos llame amigo,
para tener la conciencia de que aún estamos vivos.
AMIGOS
(Vinicius de Moraes)
Tengo amigos que no saben cuánto son mis amigos.
No perciben el amor que les profeso y la absoluta
necesidad que tengo de ellos.
La amistad es un sentimiento más noble que el amor, es que permite que el objeto de ella se divida en otros afectos, en cuanto el amor tiene intrínseco los celos, que no admite la rivalidad.
Y yo podría soportar, sin embargo no sin dolor, que hubiesen muerto todos mis amores, mas enloquecería si muriesen todos mis amigos!
Hasta aquellos que no perciben cuando son mis amigos y cuánto mi vida depende de sus existencias...
A algunos de ellos no los frecuento, me basta saber que ellos existen.
Esta mera condición me llena de coraje para seguir enfrente de la vida.
Mas, porque no los frecuento con asiduidad no les puedo decir cuánto gusto de ellos. Ellos no lo creerán.
Muchos de ellos están leyendo esta crónica y no saben que están incluidos en la sagrada relación de mis amigos.
Mas es delicioso que yo sepa y sienta que los adoro, aunque no se los diga y no los frecuente.
Y las veces, cuando los frecuento, noto que ellos no tienen
noción de cómo me son necesarios, de cómo son indispensables a mi
equilibrio vital, porque ellos hacen parte del mundo que yo, trémulamente,
construí y se tornaron en fundadores de mi encanto por la vida.
Si uno de ellos muriera, yo quedaría torcido para un lado.
Si todos ellos murieran, yo me desmoronaría.
Es por eso que, sin que ellos sepan, yo rezo por su vida.
Y me avergüenzo, porque esa súplica está, en síntesis, dirigida a mi bienestar.
Ella es, tal vez, fruto de mi egoísmo.
A veces, me sumerjo en pensamientos sobre alguno de ellos.
Cuando viajo y estoy delante de lugares maravillosos,
me cae alguna lágrima porque no están junto a mí, compartiendo aquel placer...
Si alguna cosa me consume y me envejece es que la rueda furiosa de la vida no me permite tener siempre a mi lado, habitando conmigo, andando conmigo, hablando conmigo, viviendo conmigo, a todos mis amigos, y, principalmente los que solo desconfían o tal vez nunca van a saber
que son mis amigos!
La gente no hace amigos, ¡los reconoce!
No perciben el amor que les profeso y la absoluta
necesidad que tengo de ellos.
La amistad es un sentimiento más noble que el amor, es que permite que el objeto de ella se divida en otros afectos, en cuanto el amor tiene intrínseco los celos, que no admite la rivalidad.
Y yo podría soportar, sin embargo no sin dolor, que hubiesen muerto todos mis amores, mas enloquecería si muriesen todos mis amigos!
Hasta aquellos que no perciben cuando son mis amigos y cuánto mi vida depende de sus existencias...
A algunos de ellos no los frecuento, me basta saber que ellos existen.
Esta mera condición me llena de coraje para seguir enfrente de la vida.
Mas, porque no los frecuento con asiduidad no les puedo decir cuánto gusto de ellos. Ellos no lo creerán.
Muchos de ellos están leyendo esta crónica y no saben que están incluidos en la sagrada relación de mis amigos.
Mas es delicioso que yo sepa y sienta que los adoro, aunque no se los diga y no los frecuente.
Y las veces, cuando los frecuento, noto que ellos no tienen
noción de cómo me son necesarios, de cómo son indispensables a mi
equilibrio vital, porque ellos hacen parte del mundo que yo, trémulamente,
construí y se tornaron en fundadores de mi encanto por la vida.
Si uno de ellos muriera, yo quedaría torcido para un lado.
Si todos ellos murieran, yo me desmoronaría.
Es por eso que, sin que ellos sepan, yo rezo por su vida.
Y me avergüenzo, porque esa súplica está, en síntesis, dirigida a mi bienestar.
Ella es, tal vez, fruto de mi egoísmo.
A veces, me sumerjo en pensamientos sobre alguno de ellos.
Cuando viajo y estoy delante de lugares maravillosos,
me cae alguna lágrima porque no están junto a mí, compartiendo aquel placer...
Si alguna cosa me consume y me envejece es que la rueda furiosa de la vida no me permite tener siempre a mi lado, habitando conmigo, andando conmigo, hablando conmigo, viviendo conmigo, a todos mis amigos, y, principalmente los que solo desconfían o tal vez nunca van a saber
que son mis amigos!
La gente no hace amigos, ¡los reconoce!