sábado, 26 de octubre de 2013

El fantasma del Rex... (Tarro o Bachué)

                  
 
Serrat -  Los fantasmas del Roxy
 

 
"Cuando me voy de los lugares donde amé,
las valijas pesan demás;
se llenan de desayunos y de atardeceres
de carcajadas, de lágrimas, acordes y poemas
y de tantas cosas que no volveremos a vivir". 
("Del Amor y de la Mar", de Alvaro Trejo) 


Un comentario de alguno de los miembros de nuestra comunidad muzulmana, una vieja canción de Serrat y el anuncio de una exposición en Bogotá hace cierto tiempo, me hicieron pensar que era hora de rendirle un tributo especial a nuestro recordado Teatro Bachué o Rex, como se le llamó posteriormente, hoy ya desaparecido y convertido en uno de esos fantasmas que rondan las noches del barrio y nuestras memorias de infancia y juventud.

Hay un colectivo de artistas plásticos que decidió recuperar partes de lo que fueron algunos de los primeros cines famosos de Bogotá, y recientemente inauguraron una exposición en el Planetario Distrital, con algunas de las sillas, telones y hasta partes de paredes de los que en otrora fueron esos centros de recreación de la capital. Nosotros no tenemos manera de recuperar del Bachué, El Tarro o el Rex, más que sus recuerdos y ahora nos hemos propuesto desempolvar parte de ellos, para desandar esas ocasiones en las cuales, con pocos pesos y algunos amigos o hermanos, podíamos atravesar el barrio a pie o en bus, para llegar a los límites con el Alcalá, sólo para ver por poco precio, una o dos películas inolvidables.

El Bachué, para llamarlo por su nombre original, nos dejó muchos recuerdos. No podemos compararlo nunca, ni aún queriendo idealizar su imagen, con famosas salas de cine modernas como algunas de Malasia, Australia u otros lugares del planeta, donde los asistentes a sus funciones disfrutan de cómodos sofás, degustan exquisitos vinos y canapés, mientras ven una película. Ni siquiera podríamos compararlos con aquellos teatros famosos de la antígua Bogotá, esos que presenciaron el tránsito de nuestra capital de los finales del siglo XIX al XX y la llegada de la modernidad. Muchas de esas antíguas salas fueron construídas entre 1898 y 1907, años en los que llegó el cine a nuestro país. Tampoco podemos equipararlo con los que se  construyeron  décadas  después y que por sus fachadas con detalles en yeso y finos acabados, fueron verdaderas reliquias arquitectónicas. Nuestro Bachué, no cabía en ninguna de esas categorías. Cuando se construyó entonces el Bachué? En realidad no lo sabemos todavía. En mis recuerdos y quizá en los de muchos de nosotros, existió siempre y fue sólo hace algunos años que supe que había cambiado su nombre original, convirtiéndose en Rex y finalmente me enteré de su desaparición. Aunque no tenemos información sobre la historia del Bachué podemos imaginarla si recorremos algo de lo que fueron los comienzos de la cinematografía en Bogotá.
 
Teatro Faenza (1924)
 

Antes de la aparición de las primeras salas de cine, existieron en la ciudad carpas, muros, lotes, terrazas de edificios y salones grandes que eran adaptados para presentar las “vistas”; luego aparecieron teatros como el Municipal y el Parque de los Hermanos Reyes, que realizaron las primeras exhibiciones de vistas y películas en 1907. En Muzú, y ya en plena mitad del siglo XX, podemos recordar que en el barrio hubo presentaciones similares en lugares como el antíguo Colegio Parroquial, el parqueadero que había al lado de la cuadra de la familia Sáchica, o al lado de la casa de los Gracia (Salón de Belleza Jacqueline).
 
 

En las décadas siguientes a las primeras exhibiciones en 1907, fueron apareciendo muchos teatros en Bogotá especialmente en la zona del Centro, donde tuvieron mucho éxito algunos como el Olimpia, Apolo, Moderno Bogotá, Cuba, Nariño, y Cine Real entre los primeros y muchos de ellos actualmente demolidos. Hubo otros más como El Cid, Atlas, Novedades, Lido, Azteca, México, Embajador , La Carrera, Tisquesusa y más nombres como Odeón, Alameda, Atenas, Hogar, San Jorge, Alcalá (1946) hoy Superintendencia Financiera de Colombia, El Dorado, Metropol, Caracas, Faenza y tantos más de los cuales algunos escaparon a la demolición y son conservados como patrimonio arquitectónico de la ciudad. Existió inclusive, un teatro Rex, llamado igual que el Bachué cuando cambió su nombre, y que fue demolido en 1938. En realidad, los cines y teatros tuvieron una vida bastante activa durante las décadas del 50 al 70, pero posteriormente, muchos de ellos fueron desapareciendo con la construcción de modernas salas de cine en los centros comerciales.

A pesar de todas las comodidades y ventajas que pudieron haber tenido las salas de cine y teatros de la ciudad, nuestro querido Tarro, presentaba unas características que lo hacían realmente especial, como lo recuerda María Trujillo en alguno de los comentarios que se han hecho a propósito del tema.

“Recuerdo que ir al tarro en ese entonces, era todo un paseo de olla. Los papás nos llenaban de talegos de papel con papas, plátanos fritos y maíz porva. Recuerdo que la entrada era a $2.50 y el pasaje en bus de la Nueva Cooperativa de Buses Azules costaba $ 0.75 y el municipal $0. 50.”
 
 
 

Para mí, la historia comienza entre los años 50 y 60, década en la que llegaron los primeros residentes del barrio. Igual que en casi todos los teatros, nuestro Tarro, presentaba las famosas funciones que empezaban con el matinal a eso de las 11 de la mañana, le seguía el matiné a las 3 p.m, la vespertina a las 6 y la última, la función nocturna a las 9 de la noche. Las películas que presentaban no eran exactamente estrenos, como se llamaba a las que había en cartelera en los teatros de cierta categoría. En el Tarro, se exhibía una cantidad de cintas que uno no tenía idea de donde provenían. Igualmente un domingo podían presentar películas con temas tomados de la historia sagrada y a la semana siguiente, o en la función vespertina, El Santo contra las Momias, Santo contra Fantomas, Blue Demon y el Enmascarado de Plata, o titulares por el estilo. Sansón y Dalila, por cierto, fue una de esas películas basadas en pasajes bíblicos que pude ver y en la que, después de apreciar todos los atributos morales y físicos que exhibía Sansón, a mis diez años, quedé perdidamente enamorada de este héroe sagrado. Deben ser muy pocos los muzulmanes que se perdieron esa inolvidable experiencia de asistir a alguna de esas funciones matutinas, vespertinas o nocturnas, porque si no lo hicieron durante su infancia, es muy probable que en una de esas capadas de colegio en el bachillerato, siendo ya adolescentes, hubieran terminado si no en el Florangel echándose una partidita de billar, viendo uno de esos dobles de lucha libre que los dejaban tan impactados. Cuentan las malas lenguas, que incluso había algunos que eran capaces de llevarse a hurtadillas los bombillos de la casa o del vecindario, para sobornar al portero del teatro y poder disfrutar alguna de esas peliculazas que fueron parte del repertorio de los cineastas muzulmanes.
 
 
 
 
 
El Bachué por dentro, lo recordamos quienes alguna vez lo visitamos, no tenía lujos, ni ofrecía grandes comodidades o condiciones visuales y acústicas especiales. Tenía la luneta en el primer piso y el palco en el segundo, para quienes lograban acceso por una tarifa un poco más alta. La silletería era de madera pulida y lacada. Muchas historias deben tener que contar mis amigos sobre este teatro. Las anécdotas irán apareciendo poco a poco. Cuentan algunos de sus asiduos visitantes, que estando en el primer piso, desde el palco le podían llover desde colillas de cigarrillo en adelante. Ir al Tarro representaba sus riesgos, pero aún así, cumplía con su función de entretenernos y dejar grandes recuerdos; a pesar de quedar en el límite con el Alcalá, se sentía en los predios nuestros. Era, a mucho honor, el teatro del barrio.

En mi casa no había dinero suficiente para sostener frecuentes idas a cine para tantos muchachitos como éramos, pero recuerdo en particular una ocasión, en que mi papá nos dió dinero para ir a cine, asumiendo que iríamos al Teatro Colombia en el Centro; el presupuesto incluía lo de los buses y uno que otro centavo para alguna chuchería dentro del teatro. Saliendo de la casa, a mi hermano mayor, se le ocurrió una atractiva idea que, sin pensarlo dos veces, nos convenció. Si en cambio de ir hasta el Centro, nos quedábamos en el Tarro, nos ahorrábamos lo de los buses, veíamos una película por un menor precio, y nos quedaba mas plata para llenarnos de golosinas. Recuerdo que a la salida del cine, por primera vez probé la famosa forcha, que para mi gusto, era tan deliciosa como cualquier cono de helado mas costoso. Tuvimos para dar y convidar seguramente, y al final, el autor intelectual pudo hasta invitar a un amigo suyo y tengo la sospecha de que debió quedarse con uno que otro centavo en el bolsillo.

Muchos pueden confirmar lo hasta aquí dicho y agregar más comentarios como éstos:

Edgar Orlando Rondón Cabas : Compré en el Baratillo y asistí al Tarro (Teatro Bachué) a ver a Blue Demon y el Santo.

María Trujillo: Increíble toda la experiencia de este gran vecino de nuestro bello barrio Muzú; ya que nombras el teatro, acordémonos cuando las mamás iban a cine y debajo de la ruana nos entraban para no pagar boleta, muchas lo hicieron, jajajajaja, anécdotas muy bonitas; además, el administrador del teatro ya conocía mucho a los vecinos de Muzú, sabía cuales eran, y a veces aunque se daba cuenta, no decía nada.

Marga Villate: Me hiciste acordar… jajaja… mi mamá también contaba esa anécdota.

Concluímos esta crónica, como lo dijimos al comienzo, intentando recordar ese rincón del barrio que ya no existe y que sólo sigue presente en la memoria de quienes lo conocimos, como si fuera el fantasma del Rex rondando ahora nuestros días de nostalgia por ese pasado felíz que quedó ya tan atrás.


Nuevos comentarios

Myriam Díaz : Creo que vimos una de David y Goliat. David fue también uno de mis superhéroes y enamorados, igual que Sansón.

Guillermo Gomez: Yo fuí uno de esos asiduos visitantes del tarro. Recuerdo haber canjeado la entrada por un par de bombillos más de una vez. Siempre eran bien recibidos, pues algunos de los distinguidos asistentes se los robaban o los rompían a grapazos.Tanto que después, decidieron protegerlos con unas mallas de alambre que iban atornilladas a las rosetas. También recuerdo gratamente haber visto en el Tarro la primera película de los Beatles, como dos años después de su estreno en alguno de los famosos cines del centro de Bogotá.

Otra película "clásica" que recuerdo es una mejicana de suspenso que trataba de una banda de ladrones de cadáveres. Un vendedor de periódicos decía en la película a voz en cuello (acento mejicano) "SIIIIIGUEN DESAPRECIEEEENDO CADAVEEEEERES DEEEEL CEMENTEEEERIO DE SAN FELIIIPEEEEEEE!!!". Fue tanto el susto que me produjo que todavía lo tengo grabado en mi cabeza como si fuera ayer.

Una anécdota divertida fue en otra clásica de charros mejicanos con Luis Aguilar. Estando en la película en una pelea de gallos se reventó la cinta, como era usual, y comenzó la rechifla en el teatro. Coincidencialmente, cuando restablecieron la película, aparecía el árbitro de la pelea diciendo: "SILENCIOOOOO SEÑORES. HAGAN SUS APUESTASSSSS!!!" Y todos los espectadores nos totiamos de la risa.

Y por favor, no me pregunten por las clases de artmética y geografía pues yo estaba muy ocupado en el Tarro o en los billares del Florangel.

Betty Sotelo: Que maravilla de paseo por nuestro pasado, que con el impecable y bello relato que sólo lo sabe hacer Conny , me trasporté y reviví también esos inolvidables momentos en el "tarro". Recuerdo haber visto una película con la española Marisol y Rocío Durcal, siendo unas adolescentes.
 

 

 

3 comentarios:

  1. El Bachue era parte de mis escondites cuando "capaba" clase,pero el problema nacio cuando mi papa lo descubrio y una tarde mientras disfrutaba una pelicula, vi una sombra tenebrosa que resulto ser la de mi padre, que con correa en mano, me hizo ser protagonista de Flash,pues no me alcanzaba nadie en esa carrera que di.Tambien tengo recuerdos de Motra,Hercules,Tarzan,Blue Demon,El Santo y muchas mas de vaqueros, especialmente cuando por alguna razon la pelicula se detenia, empezaban los zapateos de los distinguidos asistentes acompañado con el arrojo de cigarrillos,vasos y cuanto se tuviese al alcance de la mano.El Tarro,fue parte de mi historia y de muchos Muzulmanes.

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  2. Enrique vargas G.......de muchacho, cuando íbamos a ver películas al Rex,,nos decían que para entrar al Rex, había, que llevar un paraguas, un ladrillo y un palo,,,,,el paraguas para evitar lo que llegara por encima, el ladrillo para sentarse y el palo para espantar las ratas.......yo allí vi la Película la Laguna Azul.........

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  3. En éste tarro vi mi primera película de terror,aún tengo presente el título El planeta de los Vampiros. En realidad era zombies ;la veía y cuando la escena era más impactante me tapaba los ojos y veía por en medio de ellos. Jajaja

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