Serrat - Los fantasmas del Roxy
"Cuando me voy de los lugares donde amé,
las valijas pesan demás;
se llenan de desayunos y de atardeceres
de carcajadas, de lágrimas, acordes y poemas
y de tantas cosas que no volveremos a vivir".
("Del Amor y de la Mar", de Alvaro Trejo)
Un comentario de alguno de los miembros de nuestra
comunidad muzulmana, una vieja canción de Serrat y el anuncio de una exposición en Bogotá hace cierto tiempo, me hicieron pensar que era hora de rendirle
un tributo especial a nuestro recordado Teatro Bachué o Rex, como se
le llamó posteriormente, hoy ya desaparecido y convertido en uno
de esos fantasmas que rondan las noches del barrio y nuestras memorias de
infancia y juventud.
Hay un colectivo de artistas plásticos que decidió recuperar partes de lo que fueron algunos de los primeros cines famosos de
Bogotá, y recientemente inauguraron una exposición en el Planetario Distrital, con algunas de las sillas, telones y hasta partes de paredes de los que
en otrora fueron esos centros de recreación de la capital.
Nosotros no tenemos manera de recuperar del Bachué, El Tarro o el Rex, más que sus
recuerdos y ahora nos hemos propuesto desempolvar parte de ellos, para desandar
esas ocasiones en las cuales, con pocos pesos y algunos amigos o hermanos, podíamos atravesar el barrio a pie o en bus, para llegar a los límites con el Alcalá, sólo para ver por poco precio, una o
dos películas inolvidables.
El Bachué, para llamarlo por su nombre original, nos dejó muchos recuerdos. No podemos compararlo nunca, ni aún
queriendo idealizar su imagen, con famosas salas de cine modernas como algunas
de Malasia, Australia u otros lugares del planeta, donde los asistentes a sus
funciones disfrutan de cómodos sofás, degustan exquisitos
vinos y canapés,
mientras ven una película. Ni siquiera podríamos compararlos con aquellos teatros famosos de la antígua Bogotá, esos que presenciaron el tránsito de nuestra capital de los
finales del siglo XIX al XX y la llegada de la modernidad. Muchas de esas antíguas salas fueron construídas entre 1898 y 1907, años en los que llegó el cine a nuestro país. Tampoco podemos equipararlo con los que se construyeron décadas después y que por sus
fachadas con detalles en yeso y finos acabados, fueron verdaderas reliquias
arquitectónicas. Nuestro Bachué, no cabía en ninguna de esas categorías. Cuando se construyó entonces el Bachué? En realidad no lo sabemos todavía. En mis
recuerdos y quizá en los de muchos de nosotros, existió siempre
y fue sólo hace algunos años que supe que había cambiado su nombre original, convirtiéndose en Rex y finalmente me enteré de su desaparición. Aunque no tenemos información sobre la historia del Bachué podemos
imaginarla si recorremos algo de lo que fueron los comienzos de la cinematografía en Bogotá.
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Teatro Faenza (1924) |
Antes de la aparición de las primeras
salas de cine, existieron en la ciudad carpas, muros, lotes, terrazas de edificios
y salones grandes que eran adaptados para presentar las “vistas”; luego
aparecieron teatros como el Municipal y el Parque de los Hermanos Reyes, que
realizaron las primeras exhibiciones de vistas y películas en
1907. En Muzú, y ya en plena mitad del siglo XX, podemos
recordar que en el barrio hubo presentaciones similares en lugares como el antíguo Colegio Parroquial, el parqueadero que había al lado
de la cuadra de la familia Sáchica, o al lado de la casa de los Gracia (Salón de Belleza Jacqueline).
En las décadas siguientes a las primeras exhibiciones en 1907,
fueron apareciendo muchos teatros en Bogotá especialmente en la zona del
Centro, donde tuvieron mucho éxito algunos como el Olimpia, Apolo, Moderno Bogotá,
Cuba, Nariño, y Cine Real entre los primeros y
muchos de ellos actualmente demolidos. Hubo otros más como El Cid, Atlas,
Novedades, Lido, Azteca, México, Embajador , La Carrera, Tisquesusa y más nombres
como Odeón, Alameda, Atenas, Hogar, San
Jorge, Alcalá (1946) hoy Superintendencia Financiera de Colombia, El Dorado,
Metropol, Caracas, Faenza y tantos más de los cuales algunos escaparon a la
demolición y son conservados como patrimonio
arquitectónico de la ciudad. Existió inclusive, un teatro Rex, llamado igual que el Bachué cuando cambió su nombre, y que fue demolido en 1938. En realidad, los cines y teatros
tuvieron una vida bastante activa durante las décadas del 50 al 70, pero
posteriormente, muchos de ellos fueron desapareciendo con la construcción de modernas salas de cine en los centros comerciales.
A pesar de todas las comodidades y ventajas que pudieron
haber tenido las salas de cine y teatros de la ciudad, nuestro querido Tarro, presentaba
unas características que lo hacían realmente especial, como lo recuerda María
Trujillo en alguno de los comentarios que se han hecho a propósito del tema.
“Recuerdo que ir al tarro en ese entonces, era todo un
paseo de olla. Los papás nos llenaban de talegos de papel con papas, plátanos
fritos y maíz porva. Recuerdo que la entrada era a $2.50 y el pasaje en bus de
la Nueva Cooperativa de Buses Azules costaba $ 0.75 y el municipal $0. 50.”
Para mí, la historia comienza entre los años 50 y 60, década en la que llegaron los primeros residentes del
barrio. Igual que en casi todos los teatros, nuestro Tarro, presentaba las
famosas funciones que empezaban con el matinal a eso de las 11 de la mañana, le seguía el matiné a las 3 p.m, la
vespertina a las 6 y la última, la función nocturna
a las 9 de la noche. Las películas que presentaban no eran
exactamente estrenos, como se llamaba a las que había en
cartelera en los teatros de cierta categoría. En el
Tarro, se exhibía una cantidad de cintas que uno no tenía idea de donde provenían. Igualmente un domingo podían presentar películas con temas tomados de la historia
sagrada y a la semana siguiente, o en la función
vespertina, El Santo contra las Momias, Santo contra Fantomas, Blue Demon y el
Enmascarado de Plata, o titulares por el estilo. Sansón y
Dalila, por cierto, fue una de esas películas basadas en
pasajes bíblicos que pude ver y en la que, después de apreciar
todos los atributos morales y físicos que exhibía Sansón, a mis diez años, quedé perdidamente enamorada
de este héroe
sagrado. Deben ser muy pocos los muzulmanes que se perdieron esa inolvidable
experiencia de asistir a alguna de esas funciones matutinas, vespertinas o
nocturnas, porque si no lo hicieron durante su infancia, es muy probable que en
una de esas capadas de colegio en el bachillerato, siendo ya adolescentes,
hubieran terminado si no en el Florangel echándose una partidita de billar, viendo
uno de esos dobles de lucha libre que los dejaban tan impactados. Cuentan las
malas lenguas, que incluso había algunos que eran capaces de llevarse
a hurtadillas los bombillos de la casa o del vecindario, para sobornar al
portero del teatro y poder disfrutar alguna de esas peliculazas que fueron
parte del repertorio de los cineastas muzulmanes.
El Bachué por dentro, lo recordamos quienes alguna vez lo visitamos,
no tenía lujos, ni ofrecía grandes comodidades o condiciones visuales y acústicas
especiales. Tenía la luneta en el primer piso y el
palco en el segundo, para quienes lograban acceso por una tarifa un poco más
alta. La silletería era de madera pulida y lacada.
Muchas historias deben tener que contar mis amigos sobre este teatro. Las anécdotas irán
apareciendo poco a poco. Cuentan algunos de sus asiduos visitantes, que estando
en el primer piso, desde el palco le podían llover desde
colillas de cigarrillo en adelante. Ir al Tarro representaba sus riesgos, pero
aún así, cumplía con su
función de entretenernos y dejar grandes recuerdos; a pesar de
quedar en el límite con el Alcalá, se sentía en los predios nuestros. Era, a mucho honor, el teatro del barrio.
En mi casa no había dinero
suficiente para sostener frecuentes idas a cine para tantos muchachitos como éramos, pero recuerdo
en particular una ocasión, en que mi papá nos dió dinero para ir a cine, asumiendo que iríamos al
Teatro Colombia en el Centro; el presupuesto incluía lo de
los buses y uno que otro centavo para alguna chuchería dentro
del teatro. Saliendo de la casa, a mi hermano mayor, se le ocurrió una atractiva idea que, sin pensarlo dos veces, nos convenció. Si en cambio de ir hasta el Centro, nos quedábamos en el Tarro, nos ahorrábamos
lo de los buses, veíamos una película por
un menor precio, y nos quedaba mas plata para llenarnos de golosinas. Recuerdo
que a la salida del cine, por primera vez probé la famosa forcha, que para mi
gusto, era tan deliciosa como cualquier cono de helado mas costoso. Tuvimos
para dar y convidar seguramente, y al final, el autor intelectual pudo hasta
invitar a un amigo suyo y tengo la sospecha de que debió quedarse
con uno que otro centavo en el bolsillo.
Muchos pueden confirmar lo hasta aquí dicho y
agregar más comentarios como éstos:
Edgar Orlando Rondón Cabas : Compré
en el Baratillo y asistí al Tarro (Teatro Bachué) a ver a Blue Demon y el
Santo.
María Trujillo: Increíble toda
la experiencia de este gran vecino de nuestro bello barrio Muzú; ya que nombras el teatro, acordémonos cuando las mamás iban a cine y debajo de la ruana
nos entraban para no pagar boleta, muchas lo hicieron, jajajajaja, anécdotas muy
bonitas; además, el administrador del teatro ya conocía mucho a
los vecinos de Muzú, sabía cuales
eran, y a veces aunque se daba cuenta, no decía nada.
Marga Villate: Me hiciste acordar… jajaja… mi mamá también contaba esa
anécdota.
Concluímos esta crónica,
como lo dijimos al comienzo, intentando recordar ese rincón del barrio
que ya no existe y que sólo sigue presente en la memoria de
quienes lo conocimos, como si fuera el fantasma del Rex rondando ahora nuestros
días de nostalgia por ese pasado felíz que quedó ya tan atrás.
Nuevos comentarios
Myriam Díaz : Creo que vimos una de David
y Goliat. David fue también uno de mis superhéroes y enamorados, igual que
Sansón.
Guillermo Gomez: Yo fuí uno de esos asiduos visitantes del tarro. Recuerdo haber canjeado la
entrada por un par de bombillos más de una vez. Siempre eran bien recibidos,
pues algunos de los distinguidos asistentes se los robaban o los rompían a
grapazos.Tanto que después, decidieron protegerlos con unas mallas de alambre
que iban atornilladas a las rosetas. También recuerdo gratamente haber visto en
el Tarro la primera película de los Beatles, como dos años después de su estreno
en alguno de los famosos cines del centro de Bogotá.
Otra
película "clásica" que recuerdo es una mejicana de suspenso que trataba
de una banda de ladrones de cadáveres. Un vendedor de periódicos decía en la película a voz en cuello (acento mejicano) "SIIIIIGUEN
DESAPRECIEEEENDO CADAVEEEEERES DEEEEL CEMENTEEEERIO DE SAN
FELIIIPEEEEEEE!!!". Fue tanto el susto que me produjo que todavía lo tengo
grabado en mi cabeza como si fuera ayer.
Una anécdota
divertida fue en otra clásica de charros mejicanos con Luis Aguilar. Estando en
la película en una pelea de gallos se reventó la cinta, como era usual, y
comenzó la rechifla en el teatro. Coincidencialmente, cuando restablecieron la
película, aparecía el árbitro de la pelea diciendo: "SILENCIOOOOO SEÑORES. HAGAN SUS APUESTASSSSS!!!"
Y todos los espectadores nos totiamos de la risa.
Y por
favor, no me pregunten por las clases de artmética y geografía pues yo estaba
muy ocupado en el Tarro o en los billares del Florangel.
Betty Sotelo: Que maravilla de paseo por nuestro
pasado, que con el impecable y bello relato que sólo lo sabe hacer Conny , me
trasporté y reviví también esos inolvidables momentos en el "tarro".
Recuerdo haber visto una película con la española
Marisol y Rocío Durcal, siendo unas adolescentes.
El Bachue era parte de mis escondites cuando "capaba" clase,pero el problema nacio cuando mi papa lo descubrio y una tarde mientras disfrutaba una pelicula, vi una sombra tenebrosa que resulto ser la de mi padre, que con correa en mano, me hizo ser protagonista de Flash,pues no me alcanzaba nadie en esa carrera que di.Tambien tengo recuerdos de Motra,Hercules,Tarzan,Blue Demon,El Santo y muchas mas de vaqueros, especialmente cuando por alguna razon la pelicula se detenia, empezaban los zapateos de los distinguidos asistentes acompañado con el arrojo de cigarrillos,vasos y cuanto se tuviese al alcance de la mano.El Tarro,fue parte de mi historia y de muchos Muzulmanes.
ResponderEliminarEnrique vargas G.......de muchacho, cuando íbamos a ver películas al Rex,,nos decían que para entrar al Rex, había, que llevar un paraguas, un ladrillo y un palo,,,,,el paraguas para evitar lo que llegara por encima, el ladrillo para sentarse y el palo para espantar las ratas.......yo allí vi la Película la Laguna Azul.........
ResponderEliminarEn éste tarro vi mi primera película de terror,aún tengo presente el título El planeta de los Vampiros. En realidad era zombies ;la veía y cuando la escena era más impactante me tapaba los ojos y veía por en medio de ellos. Jajaja
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