sábado, 7 de enero de 2012

Las Cabañuelas



En los tiempos de nuestra infancia, (érase una vez...) cuando pasaban las Cabañuelas, era cuando verdaderamente se consideraba que empezaba a andar el nuevo año y la vida retornaba a la “normalidad”. Para los muzulmanes de las nuevas generaciones, aclaro, las cabañuelas correspondían a los doce primeros días del mes de enero, que determinaban, según esas viejas tradiciones de los abuelos, cual iba a ser el clima reinante en cada mes del año. Entre lo que anunciaban las Cabañuelas y el Almanaque Bristol, uno sabía por anticipado lo que ocurriría el resto del año. Con la modernidad y los avances tecnológicos, hay métodos nuevos, y seguramente mas asertados, para predecir el clima; aún así, nos encontramos hoy en día con esos fenómenos del Niño, de la Niña y tantos otros, que nos producen desconcierto y sensación de impotencia frente a los fenómenos naturales.  



Desconcierto también era lo que sentíamos al llegar esta época de las Cabañuelas y saber que iban quedando atrás los desordenes de las Navidades, que en la casa se iba  retornando a la cotidianidad y que las tan queridas vacaciones, rápidamente  iban llegando a su fin; que había que  empezar a pensar en el futuro inmediato, el nuevo año escolar. Nuestros padres veían como una pesadilla los gastos que se avecinaban con el ingreso de los muchachos de nuevo al colegio. Las matrículas, las pensiones, los uniformes nuevos, (los viejos pasaban al hermano que seguía en turno), las listas de útiles e inútiles, que en ese entonces no eran tan largas como las de hoy en día, el pago del transporte escolar para los que lo iban a necesitar y en fin, el año empezaba con sus respectivos dolores de cabeza para los padres y los mayores.



Para uno, sin embargo, era todavía el tiempo de las vacaciones. Eran esos últimos días los que se saboreaban con mayor deleite, como cuando bebe un delicioso jugo de fruta fresca y ve como poco a poco, el contenido del vaso va consumiéndose. Esos últimos sorbos son los más sabrosos o 'saboriosos', como dice por ahí una amiga mía... Así mismo, los últimos días de las  vacaciones resultaban cortos, para toda esa cantidad de cosas que soñábamos realizar antes de que llegaran los tiempos de las tediosas tareas, de las mayores responsabilidades, con esa historia que nos echaban de que ya tu estás más grandecito(a) y que había que asumir la correspondiente conducta con estoicismo y sacando pecho. Pues así, esos últimos días, sabían a gloria.


Generalmente, en esa época todavía se prolongaban las tardes de verano bogotanas y, en su mayoría, en el vecindario, eran ocupadas en esos juegos que todos recordamos con especial cariño. Además de las jugadas de tarro, escondidas, soldados libertados, de partidos de fútbol y muchos más, venía la temporada en la que nos preparábamos también para el inicio del nuevo año escolar y nos llenábamos de nuevos propósitos. Era estupenda esa época en la que las grandes preocupaciones que teníamos, consistían en decidir de qué color íbamos a forrar los libros y cuadernos, cual iba a ser la nueva maleta que llevaríamos, si continuaríamos llevando lonchera, o si por estar mas grandes, ya se nos permitiría manejar algún dinerito para las onces. Nos preocupaba cómo íbamos a vernos con el uniforme nuevo, o los que habíamos concluído la primaria, cómo haríamos para dejarle saber al resto del mundo que ya estábamos en bachillerato!!!  




Eran esos, sin duda y a pesar de todo, días maravillosos para nosotros y para los dueños del Baratillo, el Jar, las tiendas y demás negocios y misceláneas, que se surtían de toda clase de útiles e implementos para la temporada. Los juegos del día y las preocupaciones que mencionábamos, eran los que ocupaban mayormente nuestra mente durante los últimos días de las vacaciones. Y entonces, en medio de ese movimiento que se producía con el comienzo del nuevo año, surgían nuestros buenos propósitos, que con el transcurrir del tiempo, muchos irían quedando en el rincón de la memoria donde guardábamos las promesas incumplidas que nos hacíamos cada año, como esa de ser niños obedientes y más aplicados, por ejemplo. Ese último adjetivo se me escapa ahora de los laberintos de mi mente y reaparece, porque no había vuelto a escucharlo. Creo que ese vocablo cayó en desuso como tantos otros.... Pero, y que era ser aplicado? Se que todos lo podríamos definir, pero realmente no eran muchos los que llegaban a serlo. En todo caso, nos prometíamos a nosotros mismos ser más juiciosos (otra palabra rara), hacer todos los días las tareas, llevar los cuadernos al día sin arrancarles hojas, cumplir con los horarios de clase, olvidarnos de hacer trampas, mucho menos pensar en capar clases y todas esas fechorías que nos colocaban en el blanco de los castigos paternos y de las autoridades escolares.



En fin, ser aplicados, juiciosos y obedientes, eran algunas de nuestras metas al comenzar cada año escolar. La moda de los calendarios A, B y C, vino después, pero en ese entonces, era en Febrero cuando generalmente ingresábamos al colegio. Esa ambivalencia de emociones entre la tristeza por la culminación de las vacaciones, se combinaba con la ansiedad porque llegara pronto el primer día de clases, no sólo para estrenar todo lo que constituía el equipo de estudiante del grado correspondiente, sino para saber quienes iban a ser nuestros compañeros de curso, si nuestros viejos compinches continuarían en nuestro mismo salón, o si maestros y/o padres habrían decidido cambiarlos de aula o de colegio. Quienes iban a ser los nuevos torturadores de turno (léase profesores) y quien el director de grupo, para tener una idea vaga de lo que nos esperaba en esos diez meses restantes. Queríamos saber si venderían nuevas golosinas en la cooperativa del colegio a la hora del recreo y en fin, había muchas expectativas y definitivamente nuevos y grandes propósitos. Nos prometíamos levantarnos temprano, ser mas limpios y ordenados, realizar todas esas tareas que como niños grandes entendíamos que nos correspondían. Iniciábamos brillantemente el nuevo año llenos de ilusiones, de motivación, de promesas y determinados a mantenernos firmes en ellos.



Mucho de eso ha cambiado. Ya no nos esperan los deberes escolares, ni tenemos a nuestros padres detrás nuestro recordándonos a diario lo que debemos y no debemos hacer. Nos hemos convertido en padres y muchos también en abuelos, y seguimos, sin embargo, empezando el año haciéndonos nuevos propósitos, seguros de que el nuevo año será más prospero, que haremos mejor las cosas, que algunos de nuestros malos hábitos quedarán en el pasado y que seremos capaces de re-emprender el vuelo con mas bríos, enfrentando nuestro destino por los próximos meses, llenos de buena energía y de confianza en nosotros mismos. Tengo la certeza de que muchos de esos nuevos proyectos de vida se realizarán. Cada día, de seguro, algo lograremos hacer que nos permita sentir la sensación de que transitamos el camino correcto y que estamos creciendo y convirtiéndonos en los seres humanos que cada uno de nosotros quiere ser. A todos mis amigos muzulmanes les deseo muchos éxitos en el logro de tan buenos propósitos. Ya no tenemos razones para desconfiar de nuestras capacidades. Hemos crecido lo suficiente y ese niño desvalido y lleno de temores e inseguridades que alguna vez quizás fuimos, está respaldado por un adulto maduro e inteligente, capaz de tomar decisiones y de asumir el timonel de la existencia. Mucha suerte, mucho animo y que ojalá descubramos todas las preguntas que necesitamos hacernos.... !!!!



Me impacto el bailarín y su atuendo

 Imposible olvidar a Serrat y todas estas canciones
Mi Niñez
Barquito de Papel

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