“Secreto de dos, secreto de Dios, secreto de tres, de todos es.” Asi nos decia mi abuela de cuando en cuando, si nos encontraba a mi hermana Myriam y a mi por ahi en algun lugar de la casa cuchicheando. El versito me quedo muy bien grabado en la memoria y lo comprendi perfectamente desde entonces; con el paso del tiempo y la salida de mas canas, voy dandome cuenta de lo importante y saludable que es evitar mantener secretos porque tarde o temprano se descubren. Cuando alguien me dice voy a contarte algo pero es un secreto, le respondo: mejor no me lo cuentes, porque si es secreto, de pronto a mi se me escapa y termino revelandolo. Asi me libre del compromiso de guardar secretos y me siento libre de soltar la lengua cuando me convenga. No soy de fiar...
Hay por ejemplo, grandes secretos de estado, que con toda la reserva que se pretende mantener alrededor de ellos, nunca falta el espacio por donde se filtra la informacion (tenemos recientemente el caso de Wikileaks) y terminan saliendo a la luz publica datos y documentos insospechados y se viene abajo la credibilidad de muchas personas e instituciones.
Ximena y George - Cortesia Familia Caro |
Hay otra clase de secretos, los de amor, que tienen que ver con esos sentimientos que se han mantenido, si no ocultos, por lo menos no manifiestos, cuando se trata de esos amores platonicos que tambien muchos seres humanos hemos tenido alguna vez en cualquiera de las etapas de nuestra existencia. Hay quienes se enamoran en la infancia de algun vecinito, de su primera maestra o de algun profesor que quizas represente una figura materna o paterna, cuando aun estamos en ese proceso de resolver el famoso conflicto edipico. Hay otros amores platonicos en la adolescencia, cuando los muchachos se enamoran de la maestra de las buenas piernas o con alguna parte prominente de su figura femenina, o las muchachas de ese profesor de educacion fisica de cuerpo atletico, brazos fuertes, o que se yo. Esos amores obedecen un poco a ese arrebato hormonal que ocurre en esta etapa de la vida. Mas adelante hay quienes se enamoran de algun imposible, como cuando el ojo se desvia y se incurre en ese mandamiento que señala el no desear la mujer del projimo (menos mal que a nosotras las mujeres se nos dio el beneficio de poder echarle ojo al vecino, porque el mandamiento nunca dijo algo sobre no desear al hombre de la projima).
Cuando de la sola atraccion o del enamoramiento no se pasa a mayores, el secreto termina siendo con el tiempo, apenas un grato y simpatico recuerdo del que nos reimos y podemos hacerlo publico en cualquier momento de la vida, cosa que no ocurre cuando las cosas se enredan y surgen acciones perjudiciales para todos los implicados. No es este el caso del secreto que quiero ahora hacer publico, porque aqui no hubo damnificados. Y en todo caso, aun sin saberlo, el primer involucrado se llevo el secreto a la tumba.
Habia en la historia que recuerdo del barrio, un par de hermanos a quienes yo reconocia solo de vista. Uno alto, delgado, trigueño, y el otro mas blanco, tambien delgado, pero mas bajito. Sus nombres yo los sabia, pero nunca supe cual era cual. Uno, Hugo Hernando y el otro Luis Edmundo. Se trataba de los hermanos Ruiz, vecinos de los Pinzon. Apenas hace unos dias, comentando con pesar el fallecimiento de Hugo y recordando anecdotas con mi hermana Myriam y con Memo Gomez, mi cuñado, surgio el tema de la “relacion secreta” que en mi infancia tuve con uno de ellos. La sorpresa para mi fue al descubrir que quien habia fallecido habia sido el hombre de mi idilica historia y no su hermano Edmundo, quien yo suponia era el protagonista de este amor fallido. Con todo respeto a el y a su familia, a manera de homenaje a ese amor de mi infancia, quise revelar publicamente la anecdota, que ya al mismo Hugo se la habia contado por este medio, sin saber entonces, que estaba hablando con el mismisimo protagonista. Apenas en tono de chiste, le conte mi secreto de amor, que el sin pista alguna escucho, ya que su memoria en ningun momento conecto con el incidente y solo me hizo un par de preguntas; el no recordaba ni mi nombre, ni la calle donde yo vivia. Ahora, de alguna manera, se fue con “nuestro secreto” a la tumba.
La historia empezo cuando yo tenia unos nueve o diez años. Por el frente de mi casa veia pasar con alguna frecuencia a un muchacho alto, delgado, y para mi, atractivo, que usaba jeans ajustados y camisas a cuadros. Habia algo en su personalidad, en su forma de actuar, de caminar, que a mi francamente me gustaba. Lo veia pasar a veces solo, otras con el grupo de amigotes con los que siempre andaba y sabia que vivia no muy lejos de mi casa. Mi inocencia infantil sin embargo, no me permitia mas que admirarlo y verlo pasar siempre de largo, mientras yo observaba todos sus ires y venires. Ocurrio un buen dia, que estando yo jugando al frente de mi casa con otros niños vecinos, paso el con su “gallada” de siempre y se pararon en la esquina a conversar. Yo, como de costumbre, notaba su presencia, pero esta vez me sorprendio. Ahi delante de sus amigos, sin saber siquiera mi nombre, me miro y me llamo: “Oiga Peladita...venga un momento.” Cuando yo, como un tomate y absolutamente invadida por la timidez, me le acerque siguiendo su llamado, me dijo: “Cierto Peladita que usted y yo vamos a ser novios cuando usted tenga quince años?” Sus amigos apenas se reian, y yo sorprendida pero jubilosa por esa declaracion de amor anticipada cinco años, respondi con un SI rotundo, mientras mi mente infantil no terminaba de procesar las implicaciones del haber empeñado mi palabra tan facilmente. Por supuesto que esta historia permanece en la inocencia de mis recuerdos de infancia como algo inolvidable, pues en ese instante, yo si crei absolutamente que el y yo ibamos a ser novios algun dia que jamas llego. Creo que mantuve viva mi ilusion por un par de años, pero por supuesto, cuando llegue a los quince, habia olvidado mi promesa de amor y el la suya. Despues de cierto tiempo, no lo volvi a ver, cuando supongo que su familia se fue definitivamente del barrio. Fue solo cuando el aparecio en esta pagina de los muzulmanes, que retorno el recuerdo de ese amor inocente de mi infancia y se lo relate a el, pensando que habia ocurrido con su hermano Edmundo. Yo sencillamente tenia confundidos los nombres!!!
En mis memorias de infancia quedara para siempre mi recuerdo de Hugo Hernando, a quien ya puedo colocarle el nombre propio...
Amor infantil - Paul Anka
Cancion de las simples cosas - Mercedes Sosa