sábado, 18 de junio de 2016

Honrar a padre y madre




Nanas de la cebolla - Serrat



"Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz"
El olvido que seremos - Héctor Abad Faciolince   





Honrar a padre y madre era el cuarto mandamiento que, sin duda, de niños nos parecía uno de los más comprensibles; al menos para mí lo era, en esa época en que debíamos recitar ese decálogo de 'pe a pa' antes de confesarnos y hacer la primera comunión. La mayoría de nosotros, los muzulmanes, crecimos dentro de la fe católica, así después, de adultos, cada quien haya optado por las creencias que consideró apropiadas. En resumidas, a los 7 u 8 años, honrar a padre y madre se reducía a obedecerles, no contestarles de forma grosera, abstenerse de hacer gestos de desacuerdo cuando se nos daba una orden y después de todo eso, seguir queriéndolos. El asunto no resultaba tan difícil la mayoría de las veces. Más complicado, para mí, era eso de no jurar su santo nombre en vano, no codiciar bienes ajenos, no fornicar y uno que otro más que se me escapa de momento. Ese verbo honrar no era lo suficientemente claro para mí, pero sentía  que más o menos llenando esas básicas exigencias, yo podría sentirme una buena hija y una respetuosa de ese mandamiento que todos parecían ser capaces de cumplir.

Cuando los tiempos fueron pasando, en la adolescencia, ya empezó a ser más difícil manejar la situación. Habíamos sido ilustrados con cuanto cuento nos repetía la abuela e incluso mi mamá, sobre los castigos divinos que llegaban a quienes ignoraban los mandatos de los padres, como le había ocurrido a quien en algún momento se atrevió a levantar la mano en actitud de pegarle al padre y había quedado con la mano paralizada en esa posición, por el resto de su vida; o la niña que subiendo los hombros, como queriendo decir “a mí qué me importa", se había quedado también tiesa con los hombros levantados, y otras cuantas historias ejemplarizantes. Yo hice mis ensayitos y descubrí que no pasaba nada de eso y pensé que quizás Dios, siendo tan bueno, había hecho una especial concesión conmigo. Esa adolescencia, en todo caso caso, se fue llenando de pecados contra el cuarto mandamiento. Confieso que fueron tantos, que no pude volver a confesarme. Con qué cara???

Más adelante los pecados siguieron aumentando y hubo un punto de no retorno. Me rebelé completamente frente a la autoridad paterna y terminé rompiendo con una cantidad de condiciones con las que me había sentido amarrada durante mi infancia y adolescencia. Cargaba un montón de culpas a cuestas cuando empezaba a hacer mi vida adulta, y todavía el significado del verbo honrar seguía siendo para mí una especie de enigma.

Pasé mi vida celebrando el día del padre y de la madre sin cuestionar mucho esas celebraciones. Cuando inventaron el del padre, me pareció lo más razonable, porque yo pretendía ser una de las que abogaba por la equidad. Si se celebraba el de la madre, era claro que debía celebrarse el del padre. Fue apenas en 1966 que en Estados Unidos se formalizó el día, y como nosotros tendemos a copiar todo lo que el país del norte hace, empezamos también a celebrarlo. Todavía no estaba muy segura de haber comprendido a fondo el verdadero sentido de esta festividad y de otras que fueron apareciendo después; hubo necesidad de crear el día del niño, el de la secretaria, del médico, del dentista, el ingeniero, el abogado y así sucesivamente. Hoy por hoy tienen su día: el árbol, el agua, la tierra, el medio ambiente, y los 365 días del calendario, se nos van quedando cortos para las celebraciones.



Benicio Estrada C - Cortesía familia Estrada


En mi época de colegio se celebraba el de la madre exclusivamente y la función en el colegio se llenaba con recitaciones, cantos, alabanzas y se repartían claveles blancos y rojos. Cuando empezó a celebrarse el del padre yo ya no estaba en edad escolar. Después, en los colegios se institucionalizó el día de la familia y se fue acomodando el asunto. Yo continúe festejando en mayo el de la madre y en junio el del padre; cuando ya convertida en madre empecé a darme cuenta de la responsabilidad de tener una familia, comprendí el verdadero sentido de estos reconocimientos y valoré mucho más los sacrificios y esfuerzos que habían hecho tanto las madres como los padres para levantar sus familias.  

Finalmente mi vida fue llegando a esa etapa en la que mi par de viejos empezaron a envejecer y a declinar. Ya había conocido una buena parte de la historia de mis ancestros, valorando también el trabajo de los abuelos para sostener esa rama del árbol familiar y entender que yo era parte de este. Fui comprendiendo las equivocaciones de mis padres y las mías y se inició un proceso de sanación y mutuo perdón. Pude al final de sus vidas reconocerlos como esos seres especiales que escogí para venir a este mundo a completar las tareas y aprendizajes que me han convertido en quien soy. 



Padre e Hija - Juan Fernando y Venus Cháves


Lo cierto, después de todo, es que llegando a esta última celebración, ya siendo abuela, he logrado comprender que ese cuarto mandamiento va mas allá del respeto por las guías que nos daban, o del afecto porque sí; que "honrar a padre y madre", en mi opinión, es un proceso logrado al reconocerlos como seres humanos, aceptarlos y amarlos mas allá de la muerte, respetando, agradeciendo y valorando  lo que de  ellos recibimos para estructurar nuestro código personal y poder transitar por este mundo. 

Que si hay padres buenos o  malos, que si unos merecen y otros no, que unos fueron ausentes, que otros abandonaron, que dieron y que no. Todos ellos aportaron a la vida nuestra lo que por sus condiciones les fue posible dar. Este día del padre es ese momento del año en el que les agradecemos el haber hecho posible nuestra existencia.  

A los padres que hoy día nos leen, un reconocimiento especial y un pensamiento de gratitud infinita para los que ya no nos acompañan.




Ese que me dio la vida - Alejandro Sanz



jueves, 24 de marzo de 2016

Los nuevos días santos






La semana santa, para la mayoría de quienes vivimos en lo que llamamos occidente, tiene una connotación religiosa. Es la semana que, para todo el mundo cristiano en el que están incluídos católicos y todas las vertientes del cristianismo, representa una parte esencial de su historia; es la semana en que se recuerda la vida y crucifixión de Jesucristo. Sin embargo, no todas las religiones, ni todos los occidentales, hoy en día viven y celebran estas fechas de la misma manera. Con los cambios que el mundo globalizado ha ido teniendo, hemos tenido que irnos acostumbrando a convivir con personas que profesan diversas religiones, o ninguna, y con todas ellas, igualmente disfrutamos unos días de descanso y reflexión por esta época del año. Algunos se concentran en continuar fieles a sus creencias, siguiendo la tradición religiosa de sus padres, otros han adoptado nuevas creencias.  Es así como en el presente, esta semana se ha convertido en una de las temporadas en que la gente viaja y se desplaza  más, como en época de vacaciones.




En los tiempos en que crecí en el barrio, era raro encontrar una familia que profesara una religión diferente a la católica y por lo mismo, uno se acostumbraba a la idea de que estos días eran completamente dedicados a mantener los ritos de la iglesia. Yo apenas había escuchado algo de los protestantes, porque algunos miembros de mi familia, habían adoptado nuevas creencias y ahí comencé a darme cuenta de que no todo el mundo veía el mundo y vivía la religión de la misma forma. A medida que el tiempo fue pasando, fui comprendiendo que si bien era cierto que había unos pactos que existían entre la iglesia católica y el estado (el llamado concordato) que comprometía a la gente a matricularse en la iglesia católica, había muchas personas que de una manera independiente profesaban otras religiones y seguían tradiciones diferentes.



Hoy debo confesar que en aquellos tiempos,  me era muy difícil aceptar que hubiera personas que creyeran y pensaran de una manera diferente a la mía y a la de mi familia. En los colegios se enseñaba y se profesaba con exclusividad la religión católica y no había espacio para otras formas de espiritualidad. El mundo para mis ojos infantiles se dividía en buenos y malos, en católicos (creyentes) y protestantes, judíos y ateos (no creyentes). Ni siquiera habían aparecido en mi ingenuo panorama los musulmanes, budistas y demás. Los católicos, obviamente, eran los buenos y a ese mundo pertenecía yo. El otro mundo, era el de los malos, el de los que profesaban un credo diferente o no creían en el mismo Dios mío. La cuestión fue cambiando, el mundo se fue pareciendo más a lo que es hoy, y poco a poco yo fui abandonando mis antiguas creencias, no solo con respecto a las religiones, sino con respecto a las personas. La bondad y la maldad no eran ese asunto de ponerse del lado de los buenos en contra de los malos. Fui descubriendo que todos los seres humanos, profesando la religión que fuera, o sin ella, teníamos una parte que nos permitía ser seres humanos compasivos, solidarios, respetuosos y otra que en ocasiones hace que se nos salga el Judas y actuemos como los "chicos malos". Es decir que la maldad y la bondad, son dos polaridades que permanecen en nuestro interior y que solo depende de nosotros mismos el que cualquiera de sus expresiones se haga manifiesta en nuestras acciones y decisiones diarias.




Hoy en día, la vida nos viene enseñando a convivir con personas de todos los colores, nacionalidades y diversas formas de pensamiento religioso, político, filosófico y cualquier otra categorización que queramos hacer, y nos invita a respetar esas formas diversas y a unirnos por las semejanzas, en vez de dividirnos por las diferencias. Somos parte de una misma especie y como tales tenemos responsabilidades compartidas. Confío en que esta semana o estos días de descanso y de reflexión, nos ayuden a visualizar unos espacios de convivencia donde podamos caber todos, respetándonos mutuamente y procurando mirar en el prójimo sus acciones más nobles, antes de juzgarlo por sus equivocaciones. Seguramente esta práctica, nos irá llevando poco a poco a construir un barrio, un país, un mundo más grato para todos. 

Que el barrio de nuestros recuerdos se transforme en un espacio donde reine una convivencia ojalá mejor que la que disfrutamos en los viejos tiempos. Que sus nuevos habitantes y los viejos que todavía permanecen allí, logren establecer unas normas de convivencia y maneras de comunicación acordes con los tiempos actuales, despojándose de la violencia y agresividad que lleva sólo a acciones retaliativas y destructivas.

Que podamos disfrutar en paz estos días de reflexión donde quiera que nos encontremos. Y como dice el simpático "meme" que ha circulado por ahí, a manejar con precaución que no resucitaremos el domingo próximo... 





martes, 2 de febrero de 2016

El tiempo vuela


Joaquín Sabina


Hoy tengo la sensación de  que hace tan sólo unos días pasó Diciembre y que estamos apenas comenzando el primer mes del nuevo año. Me he entretenido por los días siguientes, como dejándome llevar de manera consciente,  de esa tradición nuestra de relajarnos y vagar un poco en esos primeros días,  mientras nos tomábamos en serio la llegada del nuevo año. Sin embargo, noto con un poco de sorpresa, que no sólo el mes de enero se terminó sino que va corriendo ya el de febrero. Me doy cuenta de que en realidad, el tiempo vuela y que, a medida que vamos envejeciendo, la percepción del paso del tiempo va cambiando....





Me puse a revisar esa vieja entrada sobre las cabañuelas escrita hace varios años, tratando de corregir errores tipográficos y colocando tildes que entonces no sabia cómo encontrar en el teclado y me he encontrado con un recuerdo de los pensamientos que ocupaban mi mente infantil y los comparo con los de ahora. Es verdad que se nos pasa la vida en un abrir y cerrar de ojos y que en menos de nada, el camino se ha terminado y uno está a punto de  despedirse de su familia, de todos sus seres queridos, de amigos y conocidos y se pregunta ...¿Qué pasó con mi vida? ¿Dónde quedaron mis sueños? ¿Qué fue lo qué hice con esa cuenta de días que me depositaron al nacer y que creía que era una cuenta sin fin? Pasan por mi cabeza, tantas preguntas como respuestas en estos días que van quedando contados. Quiero vivirlos productivamente de alguna manera y deseo compartirlos con ustedes, quienes han sido la razón de esta página.





En algunas ocasiones, he tenido la oportunidad de conversar con algunos de ustedes y me me han expresado su gratitud por haber creado este espacio al que han acudido muchos de tantos viejos amigos y conocidos. Ha sido un lugar de reencuentros y es imposible predecir qué tan larga será esta historia. Hoy solo quiero aprovechar este momento, para darles las gracias y expresarles, como lo he hecho con quienes he podido, que este ha sido un camino  que hemos recorrido juntos y que si algunos han sentido además este espacio como un refugio en el que pueden recrear algunos momentos de soledad y ocio, yo igualmente he recibido como beneficio, el haber encontrado tanta gente buena respaldándome y animándome. Esta tarea fue convirtiéndose para mi en una responsabilidad divertida y he ganado muchísimo al sentirme útil de alguna manera para ustedes, mis amigos muzulmanes, quienes se toman el trabajo de leerme, pero además,  porque a través de toda esta recopilación de historias recordadas, he elaborado el inventario de mis días, un trabajo para mi, verdaderamente esclarecedor e importante.

Hoy podría preguntar como en aquella canción de Joaquin Sabina...¿Quien me ha robado el mes de enero? 




Nuestros hijos y nietos, estarán regresando a sus quehaceres. Unos a sus trabajos, otros a sus colegios y algunos más, estarán estrenando morral nuevo y uniforme para pisar por primera vez un aula de clase....es verdad que el tiempo vuela, que la vida pasa como un huracán  y nosotros somos simplemente unos viajeros en ellos.... 

Los invito a volver a leer la entrada vieja, para recordar esos tiempos.

http://muzulmanesenelmundo.blogspot.com/2012/01/las-cabanuelas.html