domingo, 12 de mayo de 2013

Ser Madre



"Madre...voy a seguirte...ve tú delante que dándome el ejemplo, lo haré al instante."
(Rafael Pombo)
Serrat - Nanas de la Cebolla (poema de Miguel Hernandez)


Ser madre, el trabajo más complejo y lleno de desafíos que podemos tener.

Cuando me plante
é hacerme madre a mis escasos 19 años, estaba lejos de comprender la responsabilidad que ello implicaba. Me emocionaba mucho la sola idea de tener un bebé entre mis brazos y de hecho, me sentía ya una experta porque había ayudado en mi casa en algunas de esas labores cotidianas que las madres realizan y con algunos cuidados con mis hermanos y primos menores.  

Mi hermana Myriam, unos primitos y yo.
Contaba ademas con la experiencia que me había dado el ayudar a criar la camada de perritos huérfanos que nos había dejado Duquesa, una hermosa ejemplar pastor Collie que habíamos tenido en nuestra infancia. Al morir envenenada Duquesa en una de esas frías madrugadas bogotanas, yo no había dudado un instante, cuando ante el drama de sus siete perritos huérfanos, mi papá tan triste como nosotros, preguntó: ¿Quien va a ayudar a criar estos perritos? Yo fui la primera voluntaria. Enseguida asumí con gran amor y responsabilidad mi papel de madre sustituta de esa camada de perritos que sobrevivieron lo peor que puede ocurrirle a un ser vivo recién venido al mundo, la pérdida de su madre. Con esa "vasta" experiencia en cuestiones de maternidad, creía yo que sería suficiente para poder convertirme en una buena madre joven. Era yo ignorante, inmadura, arriesgada, a veces algo temeraria; no había reto que se me planteara que no asumiera con todo el ímpetu que me daban esos años de juventud y un poco del carácter, que seguramente había heredado de alguna de esas abuelas y bisabuelas aguerridas que figuraban en mi árbol genealógico y sobre las que aún no tenia mucho conocimiento. 



Modigliani - Mujer gitana con niño

Fue apenas después del parto que sentí por primera vez la responsabilidad que la vida había puesto en mis manos, cuando una de las enfermeras vino hasta mi habitación a hacerme entrega de ese paquetico recién envuelto en unas cobijitas que yo reconocía, porque había pasado medio embarazo doblando y desdoblando. Hubo una mezcla de felicidad y pánico, de alegría y miedo, cuando percibí que la tarea de criar un hijo, no era solo asunto de cambiar pañales y amamantarlo. Empezaron a surgir preguntas que a
ún ahora, cuando ya soy abuela, no dejo de plantearme contínuamente.

¿Cual es la tarea de una madre? ¿C
ómo ser una buena madre? ¿Cual es mi propósito en esta vida como madre?


Carolina Estelrich - Maternidad


El cúmulo de preguntas que surgían, opacaba en alguna medida mis preocupaciones sobre aspectos que las mujeres, por alguna razón que aún no comprendo, evitamos poner sobre la mesa como tema de discusión. Eran seguramente aspectos superficiales, pero que hacían parte de nuestras inseguridades y temores femeninos. ¿Cómo quedaría mi cuerpo después de recuperarme de esa maternidad? ¿Volverían mis senos y mi abdomen al lugar que una vez habían tenido? ¿Se borrarían esas huellas físicas que la maternidad había dejado en mi cuerpo? ¿Volvería a ser igualmente atractiva para el padre de mi hijo, a pesar de todas esas huellas que parecían imborrables? Poco a poco fui comprendiendo que frente a la tarea de la maternidad, muchas de esas preocupaciones, por supuesto válidas, pasarían a ser secundarias y que mis prioridades irían cambiando poco a poco en la medida que ese diminuto ser humano iba creciendo.

Mary Cassatt - Maternidad


Los miedos irracionales fueron cediendo su paso a ideas más concretas y realistas acerca de mi tarea como madre. Ya no temí, por ejemplo, que mi hijo muriera por falta de cuidados, o porque mi leche para amamantarlo no fuera suficiente, pero sí comprendí claramente que por un buen tiempo, su vida dependería de mis cuidados, no solamente físicos sino emocionales y que de lo que él percibiera del mundo a través de nuestro contacto diario, dependería en gran medida la idea que se haría de este lugar donde crecería y se convertiría en adulto. Comprendí que esos minutos, esos días que se iban transformando en semanas, meses y años, iban a ser fundamentales para la vida de los dos. Improvisé con él mi mejor repertorio del cancionero infantil, me planteaba cual sería la mejor música que sus oídos podrían escuchar. No creía aún que, sin duda, la voz de la madre, esa especie de música impregnada de amor que un bebé escucha, puede reproducir en él tantas sensaciones. Repasaba las tablas de nutrición para saber lo que sería mas conveniente para que creciera fuerte y saludable. Me esmeré y en ocasiones exageré ciertos cuidados que me hacían creer que mi trabajo era el correcto. Tampoco sabía entonces que por más esfuerzo que pusiera en mi tarea, cometería muchos errores y que me lamentaría de mis equivocaciones. Verlo crecer e ir reconociendo mis falencias, me permitió convertirme en un ser humano mucho mas consciente de esas limitaciones y aprovechar las posibilidades de aprendizaje que a diario trae la maternidad.

Con el paso del tiempo fuí dándome cuenta de que su crecimiento y el mío iban a la par. Un buen día, por fín comprendí que era con el ejemplo que se iban construyendo unas bases sólidas sobre las cuales mi hijo pudiera apoyarse temporalmente para realizar el mismo su propio viaje después sin mi apoyo. Comprendí que una madre tiende puentes entre esos seres humanos que son sus hijos, y la vida llena de misterios, obstáculos y sorpresas; que el paso seguro, decidido y firme de la madre, a pesar de las adversidades, le da al hijo una enorme seguridad que le permite vencer el miedo a lo desconocido y la garantía de que siempre encontrará del otro lado del puente, una solución a los problemas, mas la satisfacción grande de haber vencido sus miedos. Que las enfermedades, las caídas, los tropiezos y la muerte, hacen parte de la vida y que, cuando contamos con una figura materna que avanza por entre todas estas dificultades, ella nos está mostrando un derrotero que podemos transitar con fe y esperanza, y que ellas, las madres, o su recuerdo cuando ya no están, siempre nos ayudarán a disolver nuestras angustias.


Oswaldo Guayasamin - Maternidad


Hoy me sorprendo frente a la vida siendo ya abuela y sigo reflexionando sobre la tarea de la madre; en esta celebración el día de hoy, quiero resaltar la responsabilidad y el respeto que dentro de la sociedad debemos mantener como constructoras de vida y que es una privilegiada tarea la que hemos aceptado realizar hasta el final de nuestra existencia.

Para todas las madres muzulmanas va mi abrazo en este día, y a todos los hijos, mi invitación a que saquen el mayor provecho de los ejemplos de vida de quienes les precedieron.