Cambia todo cambia - Julio Numhauser
El idioma como el arte, la música, las demás expresiones humanas y casi todo lo que hace parte de este mundo en que vivimos, a veces sin que lo notemos va cambiando, va transformándose. La lengua que heredamos de nuestros padres, no es la misma que ellos recibieron de nuestros abuelos y la que nosotros hemos adoptado y esta en boca de nuestros hijos, también ha sufrido cambios. Infinidad de términos y vocablos que escuchábamos de nuestros viejos, van formando parte del pasado y nuevas expresiones y giros del lenguaje van apareciendo.
Algunos de esos procesos de cambio que continuamente se llevan a cabo, consciente o inconscientemente van siendo aceptados por nosotros con mayor o menor dificultad. Hay otros que a veces, nos cuesta mas trabajo aceptarlos, como el hecho de ir envejeciendo, o el cambio en nuestro rol de padres y madres cuando los hijos se hacen adultos y se marchan del hogar. Otros, aunque son menos complejos, simplemente nos desagradan y nos resistimos a aceptarlos. A mi, por ejemplo, el cambio del barrio en su parte arquitectónica me resulta chocante, aunque se que tengo que aceptarlo porque es una realidad. Hubiera quedado mas feliz con las casitas sencillas de sus comienzos, que con esas torres de Babel que hay en la actualidad. Me cuesta trabajo creer que ya no vendan cacaítos en las tiendas del barrio, que ya no se consigan las paletas Victoria y que los antiguos bloques de tiendas hayan sido modificados de una manera tan drástica. Me duele aceptar igualmente, que los niños ya no puedan correr y jugar libremente por las calles del barrio, como lo hacíamos nosotros en nuestra infancia.
En lo que se refiere al lenguaje, me resisto a aceptar que algunas palabras que usábamos hayan dejado de existir. Creo que el significado afectivo que ellas aún tienen para mi, hace que me cueste tanto abandonarlas. No se si a ustedes, mis amigos, les ocurra lo mismo. Pienso que compartir un poco esta sensación de pérdida puede ser saludable y que ayude un poco a elaborar nuestros duelos diarios.
Conversando con un amigo en estos días, el utilizó una palabra que hacía mucho tiempo no escuchaba. La palabra era carantoña y me quedó resonando, poniéndome a pensar en tantas de esas expresiones que con el tiempo han ido quedando en desuso. Poco a poco fueron saliendo de mi memoria, como las cuentas de un rosario y me resultó difícil no compartir este ejercicio ahora con ustedes; en realidad, a medida que las iba recordando, las iba dejando ir, como se abandonan tantos recuerdos y hechos de ese pasado que ya no volverá.
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La changua con huevo |
Recordé, por ejemplo, ese alimento que nos daban nuestras abuelas y madres cuando nos reponíamos de alguno de esos males infantiles que nos llevaban a cama, al que llamaban candil o caspiroleta. Todavía me pregunto si aún habrá madres que sepan prepararla y la suministren a sus hijos de la manera como se hacía en el pasado. O recuerdan ustedes alguna vez haber tomado chucula??? Mas o menos lo mismo me ocurre con la palabra changua. A cuantos de los que vivimos especialmente lejos de la madre patria, se nos hace la boca agua cuando repetimos esa palabra que pareciera salida del idioma de los chibchas...changua! Si, con ese olor a cebolla y a cilantro fresco. Un desayuno sabatino con changua y los demás acompañantes con los que era servida, se que nos sabría a casa materna, a gloria, en resumidas cuentas. Repaso algo de esa culinaria criolla y me encuentro con una infinidad de nombres de platos que imagino han desaparecido también y que solo han quedado por allá en la memoria gustativa de los que alguna vez los disfrutamos. Una sopa de ruyas...alguien la recuerda? Que pensarías hoy en día, si alguien te preguntara: Quieres comerte un indio bien sudado y calientito? Ya lo sé, habrá algunos sorprendidos y mal pensados. Me refiero a esa especie de envuelto de repollo que preparaban en las casas antiguamente, con un picadillo de cosas, tipo calentao y que debió tener el mismo origen de éste, o de las empanadas y que se ponía a sudar con mantequilla y un poco de leche. Ya no están a mi alcance las garullas (todavía existen?) y almojábanas que vendía una señora de esas de pañolón negro, falda larga, sombrero y canasto y que recorría las calles del barrio anunciándolas. Recuerdo que mi abuela y mi mamá para desanimarnos de consumirlas, nos decían que estas señoras, tenían por costumbre acurrucarse en la parte trasera de las casas para hacer sus necesidades y que luego, sin lavarse las manos, nos despachaban las garullas y almojábanas que con tanto gusto comíamos. Sus comentarios, aunque verídicos, nunca lograron hacernos desistir del gusto por estas delicias que hoy desde este rincón del mundo todavía pagaría por comer, aunque pasaran por las manos desaseadas de las marchantas que visitaban el barrio.
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Marchanta con sombrero de fieltro y pañolón |
Había también otras palabras y expresiones que no tenían que ver con la comida y eran de uso corriente al hablar y describir a las personas. Recuerdo la primera vez que escuche a Doña Lolita, una de las matronas del barrio, (madre de los Gómez Isaza), hablando elogiosamente de alguna muchacha y decía: Fulanita es muy fundamentosa. Esa expresión para mí tenía un tono agradable, como a filosofía, a sabiduría, a conocimiento. Sólo de ella, de Doña Lolita, la escuché después en más de una ocasión, en ese lenguaje paisa que fue suyo hasta el final de sus días. Después supe que su significado tenía que ver con el hacendosa que había escuchado de mi abuela, y que iba muy cerca del comedida y el acomedida, cualidades casi exclusivas de las mujeres de viejas generaciones. Recuerdo que nos decía: “El que es comedido gana lo que esta escondido”. Hay muchas de esas palabras en desuso, que me resultaban tan sonoras, quizá porque incluían el uso de la ch, que siempre me había parecido una letra muy particular de nuestro alfabeto y que lastimosamente ya dejo de serlo, para considerarse un dígrafo y ser excluída del abecedario. Habráse visto? Ser chirriado, estar chapiado son términos de esos que como chusco, describían cualidades físicas de las personas y que han desaparecido. Algunos de esos vocablos fueron sustituídos por otros igualmente sonoros, como el chévere, churro o charro. Y ya sin ch, había otros que también han ido cambiando. A los padres se les llamó catanos, catos, cuchos. Las muchachas eran cocacolas, gevas y sardinas.
Se olvidó definitivamente que en todas, o casi todas las tiendas del barrio se vendía el pan con vendaje, la estrategia de mercadeo de los panaderos, o ese pan que encimaban para halagar a los clientes y que no tenía nada que ver con elementos de primeros auxilios. Por cierto, el pan con o sin vendaje, se empacaba en una chuspa de papel y no había bolsas plásticas. En mi casa era un lío saber si en la tienda habían dado o no el vendaje, porque por lo general, cualquiera de mis hermanos que realizara la compra, por el camino se comía el pan de la ñapa y llegaba a casa diciendo que no le habían dado nada. En las noches antes de acostarnos, la queja de mi papá siempre era la misma. “Caray, es que no piensan dormir?...dejen ya esa guachafita”.
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Mujer con corrosca |
Recuerdan que era un moscorrofio,.....alguien usa todavía corrosca? Los padres se alegraban cuando encontraban una chisga y podían comprar algo que necesitaban. Si se quedaban sin trabajo no faltaba por ahí una chanfainita que algún amigo les ayudaba a conseguir.
La lista llega a ser inagotable; saltan y saltan mas y mas palabras, así que termino por hoy con esta rochela o recocha, esperando que el ejercicio nos haya servido para poner a funcionar un poco la motola, antes de convertirnos en unos viejos deschavetados.
Y para concluír, solo me gustaría referirles una inolvidable anécdota familiar, cuando un novio de mi hermana menor estaba en casa ayudándonos a pintar una pared y llego mi papá que era el terror de la casa. No sabíamos que hacer para esconder al muchacho, un argentinito hasta muy churro y ante la inminente entrada del jefe, nos quedamos paralizados, esperando su sermón. El con el sarcasmo que usaba muy bien cuando quería ofender con sus palabras, pero sin recurrir a las groserías, en un tono apacible, pero mordaz, mirando de frente al argentino, pregunto: “Y quien es este semoviente????